Para comprender la razón de todos los temores y trastornos mentales, debemos aprender del odio.

«Cuando no sabemos a quién odiar, nos odiamos a nosotros mismos». –Chuck Palahniuk

Nacemos cargados con la información de odio.

A lo largo del desarrollo de la experiencia de vida, mientras la mente y los pensamientos no estén sanos, todas las relaciones intra e interpersonales estarán llenas de odio.

Los pensamientos están llenos de odio y la vida misma en la creencia humana está llena de odio.

Si conocemos y comprendemos que lo que hacemos es de la forma incorrecta, solo nos queda cambiar de percepción y empezar a hacerlo de la forma correcta. Así, sanaremos la mente y avanzaremos en nuestro proceso de evolución espiritual.

Muchas veces el comportamiento que mantenemos dicta lo suficiente como para comprender que mantenemos conductas infantiles, con pensamientos atrapados en una etapa de la niñez.

De esta manera es que se detiene la evolución del Ser. El ego está apegado a lo material y no ha alcanzado su madurez espiritual.

El origen proviene de una creencia culposa ancestral.

En la mitología creacionista de los textos religiosos conocidos, se nos enseña como nos separamos de nuestro Ser de luz espiritual. Primero como un ente energético que fue arrojado al infierno a su sufrir; luego en la salida del Paraíso al perder la gracia de Dios por tomar la apariencia humana y sentir vergüenza.

Mentalmente odiamos ser humanos.

Se vive, sintiendo culpa, pensamos, lo humano fue lo que nos hizo perder el paraíso, por lo tanto, todo lo que sea humano, es una razón de malestar.

Amamos lo espiritual, es nuestra verdadera identidad, solo que no recordamos como volver a ella.

Esto nos lleva al apego material, por enamoramiento, capricho y yo quiero poseer, entrando con esto a la conducta infantil.

Cuando se nos prohíbe tener lo que se antoja, estalla la soberbia, el orgullo, la vanidad y arrogancia, despreciando así lo humano.

Todo es energía, y conforma lo humano, pero no se observa a simple vista y como no se observa, no se agradece.

La creencia de que somos solo cuerpo, lleva al pensamiento «Dios no me quiere, no existe, así que yo me invento uno que sea como yo quiero y me quiera como yo quiero».

Con esto, se busca controlar la situación para evitar la sensación de carencia, ocultando rencor en la mente y planeando solo a favor del odio y egoísmo.

Cuando ocurre el enamoramiento hacia lo externo, por primera vez percibimos y observamos la expresión del Ser de luz que somos, pasando luego la mente a dirigir desde el ego, mostrando la expresión de nuestros miedos, las virtudes y dones que están en la memoria.

A las relaciones interpersonales del pasado que no recordamos, le adaptamos la apariencia a la época actual.

Los juicios, prejuicios y conceptos aparentes que nos gustan, dirigen lo que se piensa y se hace, dando la seguridad de control de la situación y la creencia de haber hallado el amor afuera que hemos estado buscando.

El verdadero amor se encuentra en tu interior esperando a que sanes la mente y hagas las paces con él.

Si comprendiéramos que al planear el futuro, lo que se hace es fabricar una situación imaginada, basada en un pasado conocido y recordado, lleno de odios y traumas, y que nos mantiene preocupados, dejaríamos de hacerlo.

Al fabricar un futuro lleno de pasado, lo único que haces es lanzar hacia adelante todas tus angustias.

Aceptar la situación tal y como es, mantenerte en el presente, decidir en el momento y pasar a la acción, para luego dejar el futuro en las manos de nuestro padre Dios sin interferir en el proceso; asegura que no habrá incertidumbre, y que todo saldrá de la forma en que convenga, siempre para preservar la vida.

El pasado se lo entregas con buena voluntad al Espíritu Santo, cada pensamiento de temor se lo das, para que volviese a corregir la información errónea y sanar tu mente si se lo permites.

7 Debo haber decidido equivocadamente porque no estoy en paz.
8 Yo mismo tomé esa decisión, por lo tanto, puedo tomar otra.
9 Quiero tomar otra decisión porque deseo estar en paz.
10 No me siento culpable porque el Espíritu Santo, si se lo permito, anulará todas las
consecuencias de mi decisión equivocada.
11 Elijo permitírselo, al dejar que Él decida en favor de Dios por mí. UCDM (T 5, VII. 6:7-11)

Respira y vive en el presente, siente la presencia del aquí y ahora.

Mantén la certeza de que el pasado no existe y que lo que suceda en el futuro será solo y únicamente la voluntad de Dios.

Goza y disfruta cada día la experiencia material que percibes a través del cuerpo.

Agradeciendo a Dios por permitir vivir la experiencia, por toda la energía provista para aplicar la naturaleza co-creadora que está en la mente.

 Pablo César Pastor Guerra

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