Karuna, para un yoga benéfico

La primera vez que me hablaron de compasión en mis clases de filosofía del yoga nada entendí y me sentí extrañado. Me dije, ¿está realmente el profesor diciendo que debo ser compasivo, como actitud de vida, y que he de actuar para con los demás desde la compasión?

Lo cierto es que las palabras varían sus significados desde diversos ángulos, y se afectan igualmente por ideas prejuiciadas. Entonces, ¿qué estaba yo creyendo que me sugerían en ese primer momento? Pues que debía “compadecerme” de los demás (y de mí mismo), es decir, tenerles (me) pena, lástima, conmiseración, piedad, según fuesen sus (mis) circunstancias dolorosas y causantes de sufrimiento.

Empero, no podía ser verdad que la actitud adecuada del profesor de yoga, en relación con las limitaciones físicas o emocionales que pudieren experimentar sus alumnos fuese la de tener pena por ellos. Y tampoco podía ser cierto que como practicante de yoga, enfrentado a mis propias limitaciones, tuviese yo que apiadarme de mi, sentir lástima de mí mismo, “autocompadecerme” entonces.

Algo no encajaba conceptualmente en este tema, hasta que de manera realmente compasiva mi profesor y mis lecturas me lo hicieron comprender intelectualmente, y mi práctica personal me lo hizo sentir y así aprehender en el corazón.

Pues bien, asimilado el significado del cual escribo en esta ocasión, he podido apreciar lo generalizada de mi confusión, pues al momento de hablar de compasión con mis familiares, amigos y alumnos, me he topado con idénticas reacciones de asombro y sorpresa.

¿Cuántas veces no hemos oído a alguien pedir que no sientan lástima por él; o decirle a otro que su situación causa pena; o aconsejar que se sienta piedad por el menesteroso; o conmiseración por aquel que sufre? En situaciones de ese tipo es muy común asumir que se está en presencia de la compasión, por lo que uno que otro orgulloso dice “a mí que no me compadezcan”, pero en realidad nada más alejado al respecto.

Ahora bien, si hurgamos en las fuentes de nociones, podemos observar, por ejemplo, que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define la compasión como “Sentimiento de pena, de ternura y de identificación ante los males de alguien[1]. Y este es efectivamente el origen del mal entendimiento del vocablo, al menos desde la perspectiva yóguica[2], pues se parte entonces de la idea según la cual la compasión es, ante todo, un sentimiento, en donde quien lo percibe se conmueve de una situación en la que se encuentra otro, que sería de dolor y sufrimiento, haciéndole experimentar pena y empatía.

Obviamente, quien percibe ese sentimiento desde ya se sitúa en una posición digamos vertical en relación con la otra persona, bajo la idea de que “yo estoy bien y tu estás mal”, o “yo estoy mal, pero tú estás peor”. Se trata de ese modo de una sensación que se produce en verdad desde el ego, que se juzga a sí mismo como bueno y hasta sensible, y comparativamente con ese fatal “yo soy mejor que tú”. En este caso, mejor que aquel que no se conmueve. La piedad y sus pares son en verdad manifestaciones egocéntricas a superar. Y cuando se trata de la autocompasión se revela el complejo de inferioridad, al igual que el centramiento en el yo (el pobrecito yo).

Y esto no es lo que tenían en mente y en el corazón los sabios hinduistas y budistas al acuñar el término sánscrito “Karuna”, que fue traducido al inglés como “compassion” y de allí igual a las otras lenguas occidentales.

En este sentido, mientras que en las lenguas occidentales la compasión se define como un mero sentimiento[3], en sánscrito “Karuna” viene de “kara” que se traduce por “hacer”. Es decir que se va mucho más lejos. No se queda en el sentir, sino que va hacia la acción, un actuar que en el Karma Yoga se conoce como la acción justa y debida (de intención justa y debida), el Dharma, en donde la persona obra según lo que estima apropiado y adecuado, y especialmente sin apego a los resultados. Es este su efecto liberador y fuente de felicidad[4].

De esta manera se trasciende la simple pena, la piedad, e incluso la tristeza frente al dolor y el sufrimiento ajenos (o propios), sentimientos esos que, generando empatía, habrían de motivar o estimular y generar una acción en la intención de poner fin o disminuir ese dolor y ese sufrir.

Como vemos, si de sentimiento queremos partir, es desde el amor desinteresado que debemos hacerlo. Así, tras el conmoverse, pero no desde la lástima, sino desde la solidaridad o la fraternidad (incluso consigo mismo), propicia un actuar benevolente en provecho del otro (o de sí mismo). Servir desde la humildad[5].

En este orden de ideas, vemos entonces que el verdadero alcance de la compasión está en adoptar una actitud de vida, que se nutre de la empatía (el sentimiento) y se desarrolla en la acción restablecedora del bienestar, ajeno o propio.

Desde esta perspectiva, si asociamos conceptos inseparables en el yoga, como lo son la no violencia (Ahinsa) y la compasión (Karuna), y nos situamos en mi clase yoga, donde me encuentro con alumnos de edades avanzadas o con limitaciones físicas derivadas del habitual sedentarismo, me es indispensable adaptar las posturas (Asana), elegir variantes apropiadas y emplear soportes (sillas, bloques, cojines, cinturones, paredes, etc.), acompañando todo con instrucciones personalizadas y amables o gentiles, de manera que la persona, dentro de su propio y maravilloso proceso individual, vaya progresivamente descubriendo esas posturas e integrándolas, en el entendimiento intelectual y espiritual de que no existe la postura perfecta o “finalmente lograda”.

Karuna, para un yoga benéfico

 En este proceder, estableciendo un diálogo entre el alumno y el profesor, que no hace más que propiciar el verdadero diálogo a motivar, que es el que cada alumno ha de descubrir y entablar consigo mismo a su interior, consideración hecha de sus sentires, percepciones, emociones, sentimientos y pensares, se obra con la intención de aceptar progresivamente todo cuanto pueda ir presentándose, tanto en sus debilidades como en sus talentos. Se enseña a vivir aquí y ahora, en el instante presente, siendo benevolente consigo mismo y aceptándose tal cual es, es decir, tal cual es en este momento, respetando su propio ritmo, sin forzar, sin tensiones inútiles.

En consecuencia, como hablando de yoga estamos, en la práctica personal del yogui, al igual que en el caso del profesor de yoga hacia sus alumnos, se ha de actuar autocompasiva o compasivamente. Vale decir, que desde el amor observamos las diversas limitaciones propias y ajenas, respectivamente, sean en lo físico o en lo emocional, inestabilidad, desequilibrio, debilidad, rigidez, inconciencia de la propiocepción, falsas expectativas, y un océano de muchas otras, entramos en empatía con ello, lo aceptamos, y respetando el no hacernos ni hacer daño al otro, sin juzgar[6], adoptamos y ejecutamos la acción adecuada en nuestro camino como yoguis.

Así, las posturas deben ser practicadas dentro de una benevolente combinación de esfuerzo justo (Sthira) y de confort o comodidad (Sukha).

Que mejor manera de terminar la clase de yoga que con una sonrisa reveladora no solamente de la crucial gratitud para consigo mismo y para todo aquello que tuvo un rol en la posibilidad de su realización, y de que se actuó con Karuna, acompañada de Namasté: honro y saludo desde la luz que hay en mí, la luz que hay en ti.

Alberto Blanco-Uribe

 

[1] https://dle.rae.es/compasi%C3%B3n

[2] En líneas más generales descubrimos lo equivocado de su asimilación a un mero sentimiento: https://vivedeverdad.com/que-es-y-que-no-es-la-compasion/

[3] Por ejemplo, francés: «Sentiment de pitié qui nous rend sensible aux malheurs d’autrui; pitié, commisération» https://www.larousse.fr/dictionnaires/francais/compassion/17625

Inglés: «sorrow or pity for the sufferings of another person» https://dictionary.cambridge.org/dictionary/english-french/compassion

[4] https://www.youtube.com/watch?v=LEwOCOdE404

[5] https://yogacongracia.com/blog/jivamukti-focus-julio-compasion-spanish

[6] https://www.youtube.com/watch?v=9fvczudY_oY